24.2.07


Han sido 21 años de espera, y en 32 días exactamente podré visitar la ciudad que muero por conocer.
Todavía recuerdo cuando nació en mi la idea de conocerla: tenía 13 años y acababa de entrar a secundaria. A las 5:30 am en el canal 5 comenzaban a transmitir unas clases de inglés muy amenas de un curso llamado "Follow me", y a base de verlo todos los días mientras me arreglaba para irme a la escuela me surgió la idea.
Este futuro viaje, a diferencia del anterior se ha vuelto más cultural.
Mañana escribiré acerca de las otras ciudades, no menos interesantes.
La foto lo dice todo, si aún no saben que ciudad es manténganse en sintonía.
Saludos.

22.2.07

Esos momentos especiales de la vida


Hace mucho tiempo que no escribía nada en este espacio. A veces me da por abandonar las cosas o incluso a mí mismo. Últimamente mi vida ha experimentado cosas emocionalmente muy fuertes y he tenido que hacer un serio análisis de todas ellas. Descartar aquellas que en realidad no tienen solución y tratar de solucionar aquellas que si puedo, y hacerlo ya.
Parte del "revival" emocional que experimenté tuvo que ver con ciertas películas caseras que estaban guardadas en casa de mi papá y que ahora están en mi posesión. Empecé a ver algunas con un viejísimo proyector casero proyectando en la pared escenas de mi vida infantil, de mis hermanos, de las navidades en mi casa cuando se juntaban las dos familias, la paterna y la materna, de mis abuelos y de mis papás. Al ver tantas cosas que pensé que ya había olvidado (aunque en realidad, como decía Platón estaban ocultas en una caverna y al voltearlas a ver aparecían difusas, pero ahí estaban) se me desató, en vez de un llanto incontenible, una alegría inmensa. El poder ver a mi mamá de nuevo, a mi papá cuando yo pensaba que era superman, a mis abuelos sonriendo, a mis tíos riendo y a todos compartiendo la mesa. La alegría vino de saber que tuve una infancia feliz, demasiado feliz, la cual no le cambiaría a nadie, con todo y todo.
Pero no todo fue alegría al ver las películas. También hubo coraje y una duda tremenda: ¿a dónde se fue toda esa alegría?. No es posible que se haya ido cuando murió mi mamá, eso lo considero imposible. Parte del coraje es que, en versión de mi papá, la vida se acabó cuando mi mamá se murió.En versión mía: ¡¡¡Que poca madre!!! ¿y nosotros los hijos en dónde quedamos?. Parece ser que esta manera de hacer de la vida una tragedia griega elevada a la décimonovena potencia es muy Zahoul (si no basta ver los dramas que hago yo por cualquier cosa). Recordemos los comentarios tan amables de mi abuelo Pablo referentes a la vida pasada, que aunque muchos de ustedes no lo conocieron, estos comenzaban con: "Cuándo yo vivía en Valladolid...", y yo le preguntaba: ¿y la vida actual no vale nada?. Respuesta: "no", y yo respondía: ¡¡¡Qué poca madre!!! ¿y nosotros los nietos en dónde quedamos?. Espero que esto no sea un gen o algo así que se transmita de generación en generación, haciendo de mí un "cuando yo era niño...".
Como dije, mi infancia fue muy, pero muy feliz. Pero hasta ahí.
La adolescencia fue difícil, pero la vida adulta se me está haciendo una montaña rusa de emociones, entre el feliz recuerdo y el coraje, la duda, la decepción, la incertidumbre, el insomnio, el colesterol y demás idioteces que no existían cuando era niño.
Así que yo le pregunto a la vida: ¡¡¡Qué poca madre!!! ¿y nosotros los adultos en dónde quedamos?.