Te veo venir

Maldita soledad.
¿Porqué llega cuando nadie la invitó?. Desde ayer ha sido una lucha interna por no caer de nuevo de lo que salí hace algunos años. Hoy todo me parece sarcástico, burlón, incluso ridículo.
Me siento triste, como un extraño en mi propio mundo, caminando sin rumbo.
Hoy, y deberé decirlo con todas sus letras, me siento solo.
Me aterra el sentimiento, me disgusta, me incomoda. No es algo para disfrutar.
La soledad se parece a la banca de la foto: nos invita a sentarnos después de una larguísima caminata, cuando nos duelen los pies y pensamos en hacer una pausa para fumar o simplemente para pensar, y al momento de sentarnos notamos que la banca es cómoda, que podríamos pasar ahí un buen rato, disfrutando del paisaje. Conforme pasa el tiempo, nos damos cuenta de que la banca es más cómoda de lo que parece y decidimos quedarnos ahí, más tiempo del que habíamos planeado, viendo como pasa la vida frente a nosotros. La estancia en la banca se puede prolongar durante días, meses o años, hasta que un buen día decidimos levantarnos y tomar parte de la vida que vimos pasar frente a nosotros mientras estábamos sentados.
Hoy la banca está frente a mi y ciertamente estoy cansado. Se que debo seguir por el camino pero a mi no sólo me duelen los pies, me duele el corazón, me duele la vida por no estar con ella.
La extraño, y es curioso pero, esa banca se vería diferente a su lado y se sentiría diferente si nos sentáramos juntos.
Mi camino se extiende frente a mi. Es nuevo, no se que me encontraré más adelante ni siquiera se si lo recorreré sólo o aparecerá alguien de repente.
Debo decidir: sentarme y ver pasar la vida o seguir recorriendo el camino.
Queda la opción de regresarme por dónde venía. De todas maneras ya conozco lo que hay y sería difícil perderme, pero no me debo confiar: soy muy distraído.
También puedo optar por buscar un hacha y moler la banca hasta dejarla hecha astillas.
No lo se.
Debo decidir.